Estamos a
finales de abril y el frío ha vuelto por sorpresa así que hemos tenido que
sacar los juegos de mesa del armario donde ya los habíamos recogido. Todavía
disfrutaremos de los puzles unos días más
hasta que el calor de la primavera nos deje salir a la calle para
entretenernos con otros juguetes.
Se trata de
dos puzzles de piezas de madera (con
una Z en castellano y con dos en inglés). Son de los años 60 y de la marca Victory: uno representa el mapa de
Escocia y al niño de la tapa se le ve muy formal y concentrado buscando las
piezas de la escarpada costa, En el otro, unos simpáticos conejitos patinan muy
contentos sobre el hielo y nos recuerdan que el invierno terminó hace poco.
De la casa
Pagés hay muy poco publicado y espero que un día podamos leer un estudio completo
de esta firma madrileña que produjo principalmente muñecas de tela o trapo de gran
calidad, belleza, elegancia, innovación, originalidad, colorido y excelente diseño.
Creada
hacia 1918 por Gonzalo Pagés fue competencia de la también madrileña Florido con cuyas primeras muñecas se confunden a menudo. Se
mantuvo en activo hasta finales de los años 40 aunque en los últimos años
posiblemente sin el señor Pagés que siguió en el mundo del juguete como
director artístico en otra compañía, Muñecos Matarín (que estuvo en activo, al menos, hasta 1944).
La
mallorquina que os presento hoy es una muñeca elegante, quizá un tanto altiva pero
encantadora y pertenece a una serie muy
conocida y característica de Pagés
porque el mohín serio de su boca es reconocible a distancia. Mide 24 cms
y está articulada en la cabeza, los brazos y las piernas. Sus rasgos están pintados y el cabello es de mohair. Lleva un vestuario
completo de confección sencilla que incluye unos pendientes de simples cuentas de cristal, las mismas que sirven como botones en las
mangas. En algún momento perdió los zapatos (tengo varias muñecas a las que voy
a empezar a llamar Cenicienta por su facilidad para andar descalzas). Su
calidad en general es mucho menor que otras Pagés anteriores que estaban más cercanas en este sentido a
las Lenci (el espejo donde muchas firmas de muñecas se miraban). Guardan cierto parecido aunque las italianas son de fieltro y estas Pagés
de trapo, entre otras diferencias. Casi todas la de esta serie fueron fabricadas con
trajes regionales españoles, unas pocas con ropa de calle. Hay también chicos (a veces formando "pareja regional") y en algunos casos se trata de muñecas dobles o reversibles (topsy turvy) que por un lado eran, p.e.
sevillanas, y por el otro, p.e .canarias. Se vendían principalmente a los turistas como souvenirs decorativos y se
encuentran en portales de venta de coleccionismo de otros países.
Buscando
más información para esta entrada he encontrado en Pinterest otra mallorquina muy parecida a
la mía con una etiqueta de Pagés – Matarín
y surge la duda ¿esta muñeca la creó Muñecas Pagés o fue hecha posteriormente por
Muñecos Matarín bajo la dirección artística del señor Gonzalo Pagés? Me inclino por lo segundo. Lo dicho, a ver
si alguien estudia esta firma que me encantará aprender y disfrutar más con estas
preciosas moñas.
Para
terminar he puesto a mi mallorquina cara
a la pared con otra de la misma serie que presentaré más adelante. No, no
están castigadas, pobrecitas, pero así se ven desde otro punto de vista.
(Algunos de
los datos los he extraído del libro “Muñecas Florido 1917-1975” de Carmen López
de Lerma Baños, recomendable).
Coleccionar juguetes antiguos es como tirar
de un hilo interminable. Cuando llega a tus manos una pieza curiosa (en este
caso una muñeca moderna de vinilo vestida
con kimono que apareció hace unos años) empiezas a investigar y descubres un montón de datos que
desconocías de esta clase de muñecos tradicionales japoneses. Leo en wikipedia
que su origen se desconoce pero se sabe que fue a partir del siglo XVIII cuando
adquirieron su nombre tomado de un actor de kabuki, un estilo teatral. Inicialmente
solo se llamaba Itchimatsu a los muñecos que representaban a hombres adultos
(casi siempre de pie), pero después pasaron a llamar así a los que representan
a bebés (a veces echados boca abajo con la cabeza levantada) o niños (que a
menudo van en parejas y suelen estar sentados).
Con el paso de los años se convirtieron en objetos de recuerdo para los
turistas e imagino que se redujo su tamaño para que
cupieran en cualquier equipaje. Así debieron viajar mis dos muñecas, pues por la
longitud de su pelo deben ser chicas.
En esas estaba cuando apareció mi segunda
Itchimatsu, esta vez más antigua: se trata de una pequeña de cartón piedra
articulada, unida con gomas y terminada en un estuco algo diferente al que conozco.
El cabello es artificial, unas flores rodean un recogido alto y va vestida con
un alegre kimono que antes eran de seda.
Sus ojos son de cristal, la cabeza es de composición y está lacada; estos
muñecos en su versión antigua se hacían con gofun, una laca especial entre
cuyos ingredientes estaba el polvo de conchas marinas. Va vestida a la manera tradicional y su kimono es más bonito, colorido y elaborado que la anterior. No lleva ningún tipo de marca a diferencia de la moderna
que sí lo está en varios lugares, incluida la ingle (añado una fotografía
porque me parece poco habitual).
También pongo algunas imágenes antiguas
tomadas de pinterest de niñas japonesas con sus itchimatsus y aunque tienen poca resolución veréis qué belleza
hay tanto en la ropa como en los maquillajes y los peinados de las orgullosas
propietarias y de las propias muñecas.
Otra pequeña Lenci que es además una muñeca muy viajera: creada en Italia, viajó hasta
Sudamérica quién sabe hace cuántos años y finalmente acabó en mi colección, donde llegó en el estado que
podéis ver en las fotografías inferiores. Tan sucia estaba y con la ropa interior tan
deteriorada que necesitó de muchos mimos, pero vuelve a lucir con esa armonía,
calidad, belleza y colorido que tienen
todas las LENCI (siglas de la frase en latín Ludus Est Noster Constanter Industria, osea, el juego es nuestro
constante trabajo). Fabricada enteramente en fieltro lleva una etiqueta con el
nombre de la isla italiana de Cerdeña y viste el traje tradicional sardo dentro
de una serie de muñecas regionales.
La casa fue registrada en 1922 en Italia por Enrico y Elena Scavini y dos
años después en Inglaterra y Estados Unidos, lo que da una idea de la rápida
difusión y el gran éxito que tuvieron
estas fantásticas muñecas. Basadas en
las esculturas y pinturas del movimiento Art Decó, sus vestidos son un derroche
de imaginación y buen gusto. La variedad es enorme y desgraciadamente su precio
muy alto, ya me gustaría a mí tener algunas más porque las encuentro realmente
hermosas.