No sé cuántos museos etnográficos he visitado en mi vida, decenas, eso seguro, tanto en pueblos y ciudades de nuestra geografía como en otros países. A veces son municipales, provinciales o estatales pero los hay que han surgido de la pasión de alguien que ama su tierra, que comenzó a guardar objetos del pasado y poco a poco se ha encontrado con una gran colección. Son, por tanto, colecciones privadas y una de ellas es la de Ramiro y Patro, artífices de la muestra que os presento hoy.
No, no es un museo de juguetes
pero sí tiene que ver con la infancia y con algunos elementos del pasado que
utilizaron en su día a día los niños de Agüero, uno de los pueblos más bonitos
de Aragón que os invito a visitar.
¿Por qué nos interesan estos
museos? Por varias razones pero sobre todo porque se puede entender y aprender
mucho en ellos. Conociendo las formas de vida de antaño podemos saber de dónde
venimos y comprender mejor lo que nos han contado nuestros abuelos, las personas
que nos precedieron. Vemos que en general vivían con muy poco, que valoraban
cada herramienta que tenían, que cuidaban sus cosas porque no había dinero para
comprar otras.
Entendemos bien lo de la economía
circular, lo que significaba la verdadera ecología porque era la naturaleza
quien les proporcionaba lo que necesitaban y apreciamos el uso y re-uso de cualquier
objeto con total ausencia de despilfarro: ropas que pasaban de uno a otro y después al siguiente, cajitas que se
guardaban como objetos preciados, herramientas y aperos arreglados mil veces
para seguir haciendo su función, cacharros de cocina que se heredaban y donde
se guisaba lo que la tierra ofrecía.
Y no quiero caer en romanticismos. El día a día era duro para casi todos y había que trabajar mucho para sacar una
familia adelante, los hombres con lo suyo y las mujeres con la casa, la crianza
de los hijos, el cuidado de los padres mayores, el huerto y los animales del
corral. En fin, no querría vivir en esos tiempos pero sí deseo extraer
conclusiones sin olvidar que también hubo espacio para la alegría, que ni mucho
menos todo fue gris en la vida de nuestros antepasados.
Apenas comento las imágenes
porque me parece que hablan por sí mismas. Están tomadas en dos escenarios diferentes;
uno es el propio museo en mi última visita hará un par de años, las otras fueron
hechas en una exposición que montó el matrimonio en Huesca hace once otoños.
Aunque tengo algunas fotografías más de la colección me he centrado en las relativas a la infancia y a la mujer y a través de ellas veréis cómo ha cambiado todo en pocas generaciones.
Parece
mentira que se llevaran de día y de noche esas ropas tan
incómodas aunque también veo ropa interior más delicada y objetos muy femeninos
que Patro ha ido atesorando con cariño a lo largo de los años. Los frascos de
perfume, los bolsos y zapatos, la bisutería (mirad unos pendientes con forma de
bellota, muy propios del Pirineo oscense) y los objetos de tocador me atraen
especialmente. No me gusta tanto el texto del cartel que trasluce las pocas
libertades que disfrutaron nuestras abuelas, aunque es un acierto exponerlo (tan significativo me parece que encabeza esta entrada)
Por supuesto llaman la atención
las labores, no imagino cuántas horas de trabajo silencioso hay tras cada una
de ellas. En la primera observamos a una pequeñaja que parece irse a la cama con su osito de la mano, qué dulce.
Sucede lo mismo con los niños. La
preciosa cuna de hierro y el rústico y querido tacatá de madera nos hablan de
otros tiempos. Las fajas de los recién nacidos, los zapatitos y gorritos de bebé, los
vestiditos vaporosos cosidos con las telas más finas y casi siempre hechos en
casa son piezas que revelan el cariño y el cuidado que las familias han puesto
en sus hijos y que Ramiro y Patro tuvieron el acierto de conservar.
Apenas se ve en las imágenes pero
el museo atesora una gran cantidad de fotografías antiguas de Agüero y de sus
gentes, un fondo valioso para ser estudiado.
Lamentablemente el alma mater de esta colección, Ramiro, falleció
hace unos años pero Patro y sus hijos mantienen viva la llama del museo
etnográfico cuya visita supone siempre una lección de historia.
Hasta pronto.
En esta entrada (para verla pincha AQUÍ ) hablé de otros niños y otras infancias, en este caso las vividas en el palacio de Kensington en Londres.
Si te gustan los museos aquí encontrarás varias entradas referidas a ellos. De juguetes, de muñecas, arqueológicos, de la ciencia y del ejército. Pincha en la etiqueta MUSEOS que hay a la derecha.
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Las
fotografías de esta entrada están hechas por mí. En virtud de la ley de
propiedad intelectual está prohibido usarlas sin mi consentimiento. Si las
necesitas, ponte en contacto conmigo 😉.
Si deseas visitar este museo recuerda que es privado y no está siempre abierto al público, infórmate bien antes de ir. Te cuento que está ubicado en Agüero (Huesca), un pequeño pueblo cercano al Pirineo aragonés que sin duda merece una visita. El trazado de sus calles, los dos magníficos templos románicos y los mallos (las formaciones rocosas que protegen el municipio) te gustarán. Para muestra este botón. Imagen de Huesca la Magia.
Impresionante museo, yo también suelo visitarlos en las ciudades por las que paso, pero este es especial. Un saludo
ResponderEliminarCompartimos afición, es que se disfruta y se aprende mucho visitando estos lugares.
EliminarUn saludo desde mis juguetes y moñas
Ha cambiado tanto ... a mí me ayuda a entender a mis mayores, a las sociedades que me precedieron. Entiendo sus carencias, sus dificultades, cómo las resolvian y así se comprende mejor su necesidad de prosperar, Está claro que su vida era dura y sin embargo, salían adelante. Hay mucho que aprender de ellos.
ResponderEliminarSin duda la vida es mucho más fácil ahora pero no siempe es mejor, así lo veo yo (qué reflexiva estoy, je je).
Un abrazo, Linda. Desde mis juguetes y moñas