28 de noviembre de 2021

Ultramarinos. Nuestra divertida exposición

 

La entrada de hoy es algo diferente a las habituales y no tiene mucho que ver con los juguetes aunque un poquito sí. Os voy a hablar de una exposición muy chula que montamos una amiga y yo hace unos años.


Veréis, como coleccionista todo terreno tengo interés en muchas cosas que van más allá de los juguetes y las moñas. Hablo de objetos antiguos y curiosos que han despertado mi atención en algún momento, pasando a incrementar mi colección de trastos. En este caso tienen que ver con las antiguas tiendas, los llamados comercios de ultramarinos.


Ultramar es una de las palabras más bonitas del idioma español y solo nombrarla huelo a bacalao salado, a café, a especias: a productos traídos de muy lejos, de más allá de nuestros mares, de lugares entonces desconocidos para un niño ¿No os sucede lo mismo?


Os cuento. En mi pueblo hubo muchas pequeñas tiendas de alimentación donde se vendía casi de todo. No conocí más que algunos de estos comercios pero tengo recuerdos de varios de ellos y quiso la fortuna que una vez desaparecidos casi todos, en uno todavía se conservara el mobiliario original de madera. Era muy sencillo pero tenía tanto sabor …


La propietaria de este local era una señora muy amable y dijo sí a nuestra petición de montar una exposición allí durante unos días: la idea era volver a llenar esas estanterías – vacías desde hacía décadas – con objetos que guardábamos Luisa y yo. Ay, si no la he presentado. Luisa es una amiga con quien comparto amor por esta clase de cosas. Nos entendemos muy bien hablando de nuestras aficiones.


Dicho y hecho. Nos decidimos a recrear una tienda imaginaria, ecléctica y totalmente atemporal: en las fotografías veréis objetos de muchas épocas diferentes, cada uno de su padre y de su madre, que convivieron en perfecta armonía para deleite nuestro y de los visitantes.


Empezamos por llevar nuestras cosas. Hicimos muchos viajes con el coche, je je. Latas antiguas y botellas fueron la base para la sección de alimentación que estaba justo detrás del mostrador. Pusimos tarros con tomate y melocotón en conserva hechos en casa (aquí tengo que decir ¡viva mi madre!) y hasta productos del huerto de mi querido abuelo. Nuestras familias y buenas amigas ayudaron mucho como siempre.


El local estaba, lógicamente, a pie de calle así que mientras nos dedicábamos al montaje pasaban conocidos que preguntaban que qué estábamos haciendo porque les sorprendía ver ese lugar abierto tantos años después de su cierre. Tras recibir las explicaciones oportunas fueron muchos los que marcharon a sus casas para volver más tarde con algo con lo que completar nuestra flamante exposición.


“Pasen y entren a conocer esta tienda de ultramarinos” parecía decir la puerta de nuevo abierta.  Y efectivamente, eso queríamos, que cualquiera con algo de curiosidad e interés pasara a ver la exposición. Os puedo decir que fue algo fantástico, lo que disfrutamos en todo el proceso (inciso, desmontar siempre es lo peor, ja ja e ir devolviendo lo prestado también). No sé cuántas personas cruzaron el umbral de la puerta y se sorprendieron al ver ese batiburrillo encantador.




Una anécdota: una pareja entró preguntando si teníamos huevos a la venta, ja ja ja. A primera vista les había parecido que la nuestra era una tienda real (y rara). Por supuesto se los regalamos. Nos dijeron que estaban en un apartamento de turismo rural, era tarde y ya no había donde comprar para hacer la cena, solo en nuestro ultramarinos ficticio.



A través de las imágenes ya habréis visto que no faltaba de nada: bacalao o abadejo seco salado que incluso tenía su cuchilla para cortarlo, una ristra de ajos, sardinas de cubo, legumbres, pimientos secos y frescos, uvas y membrillos y hasta los últimos tomates del verano. Ah, y los figos enfarinaos o higos enharinados que se ponían en una ristra y se colgaban en las antiguas cocinas. No conocí muchos de los productos que había en nuestra tienda pero de oídas, casi todos.

Las demás secciones no tenían desperdicio: mercería, perfumería, limpieza y los rollos de papel El Elefante. Piezas de vajilla de cerámica, algunas cazuelas, juegos de café que se regalaban por puntos hace muchos muchos años … y la pequeña sección de juguetes que recordaban a los promocionales (la niña de Flan Chino El Mandarín) o las peponas de cartón y los carritos tirados por burros.







Vale la pena mirar las fotografías con detenimiento porque hay muchos objetos curiosos en ellas. Y desde luego valió la pena el esfuerzo de hacer esta exposición tan original donde pasamos unos ratos buenísimos. Que nos quiten lo bailao.



Se me olvidaba, el cuadro de punto de cruz que encabeza esta entrada colgó de nuestra tienda dando la bienvenida a los visitantes pero ahora es momento de decir ¡hasta pronto!



 


En esta entrada al blog conocerás el museo etnográfico de Ramiro y Patro en Agüero PINCHA AQUÍ para verlo. En esta otra te enseño un juguete miniatura que es una pequeña tienda PINCHA AHORA AQUÍ

 

¿Quieres comentarme algo? estaré encantada de leerte, puedes hacerlo abajo. Aclaraciones, aportaciones y preguntas son bienvenidas.

 

Todas las fotografías de esta entrada están hechas por mí. En virtud de la ley de la propiedad intelectual está prohibido usarlas sin mi consentimiento. Si las necesitas, ponte en contacto conmigo 😉

 

9 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Gracias! siempre feliz de saber que os gusta.
      Un abrazo desde mis juguetes y moñas

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  2. Ay Anusca como me hubiera gustado estar ahí, porque tengo algún que otro "cacharro" y el disfrute de colocar todo. El montaje está francamente bueno, atractivo. Felicidades

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    1. Hola Loles
      te agradezco mucho el comentario.
      Pues seguro que hubieras disfrutado porque es tal como dices, planear, montar, colocar las cosas forma parte de la diversión. Fue una exposición que teníamos muchas ganas de hacer y que recordamos con mucho cariño.
      Un saludo desde mis juguetes y moñas

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  3. Querida Linda,
    me gusta leer tus comentarios sobre las tiendas de tu barrio y la que no conociste de tu abuela pero que recuerdas a través de una imagen y seguramente por haber escuchado a tus familiares a través de ellas. Los comercios hablan de nosotros, de nuestras formas de vida.
    Las bolsas de agua caliente eran algo que no faltaba en las casas ¿verdad? me acuerdo exactamente de lo mismo que tú, de poner mis pies sobre la bolsa cuando las sábanas estaban tan frías. Desde hace unos años veo que están de moda, no como necesidad sino como capricho. En fin, los tiempos cambian y nosotros también.

    Un abrazo grandote desde mis juguetes y moñas

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  4. Hola Anusca, qué preciosa exposición, tan bonita, que al principio he dudado si era una representación a escala, y al ver la foto con las personas reales me he dado cuenta de su tamano real.
    Reconozco ese tipo de establecimientos y los artículos que ahí se vendían, como corresponde a mis más de 50 años. Y al hilo del comentario de Linda y de tu respuesta, te diré que precisamente la semana pasada me hice con una preciosa bolsa de agua caliente como la que tenía de niña en casa de mis padres. Hay inventos sencillos que son difícilmente mejorables.
    Besos.

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    1. Querida Ilona, me gusta saber que conociste estos comercios que formaban parte del paisaje de nuestros pueblos y barrios y también que has comprado una bolsa de agua, síii, es que eran muy útiles (un poco peligrosas también si no se tenía cuidado). Seguro que ya la estás utilizando desde hace unas semanas.
      Por cierto que estas bolsas, en miniatura para las muñecas, son ideales, tengo alguna que debería ir enseñando ahora que el invierno está a la puerta de la esquina y las noches son frías.

      Abrígate y cuídate, un besico desde mis juguete y moñas

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