Tengo mono de mercadillo, me dice una amiga coleccionista de muñecas que hace meses no visita uno. Entre que muchos rastros todavía están cerrados o a medio gas, que lo de ir a una feria de antigüedades no está muy claro y que en otros momentos no hay ganas … y es que hacernos a esta nueva normalidad, con la situación actual, cuesta. Por otra parte entendemos que de forma muy responsable tenemos que seguir con nuestras rutinas, trabajos y estudios, salir cuándo y por dónde se pueda, apoyar comercios y servicios, cuidar nuestra mente (por descontado nuestra salud física y la de los demás).
Con esto en la cabeza estuve
hace unos días en un pequeño mercadillo en Las Rozas en Madrid. Me caía a un
paso y me acerqué a echar un vistazo. Al parecer se celebra el tercer domingo
de cada mes aunque en esta ocasión se había cancelado por mal tiempo y se
pospuso al cuarto.
Se ubicaba al aire libre en el
centro de una avenida, bien organizado para mantener separados los puestos y a las
personas. Entre lo expuesto había mobiliario, objetos decorativos,
coleccionables y curiosos de todo tipo, cámaras fotográficas, esculturas y
pinturas, miniaturas, cómics y álbumes de cromos, bisutería, aperos antiguos
agrícolas y objetos variados vintage.
Me hace mucha gracia esta palabra que ha pasado a utilizarse para todo lo que
antes hubiéramos llamado “viejo sin ser antiguo” pero parece que queda mejor
decirlo en francés.
Juguetes originales había pocos
aunque me hubiera traído a casa varios. Reproducciones de hojalata vi algunas más.
Los antiguos de la fotografía me gustaron mucho. Moñas apenas encontré, algunas de los años 60-70 y bastantes de cerámica
de reproducción, casi ninguna me interesó.
Un señor vendía estos cortes de
madera que me parecieron decorativos y chulos para hacer algún proyecto con
ellos. En otro puesto unas señoras restauraban muebles. Más allá, la concha
marina y el busto de Ramón y Cajal me recordaron los evocadores gabinetes de
curiosidades.
Despertó mi atención un jeep
militar y fui a ver de qué se trataba. Pertenecía a un grupo de recreacionismo
llamado Codex Belix cuyos miembros me
explicaron un montón de cosas interesantes. Se me fueron los ojos a las
reproducciones de libros miniados, cartas y documentos antiguos que el soldado
medieval de la imagen (bueno, el señor
que había bajo esa indumentaria) hacía en escritura gótica y
carolingia. Fue muy amable respondiendo a mis numerosas preguntas sobre las
tintas, los soportes (papel, pergamino, vitela), la historia real de los
documentos originales, etc. Es que saber
hacer estos tipos de letras, los dibujos miniados que decoran las mayúsculas al
inicio de las hojas y las filigranas que a veces las embellecen me parece un
arte. Disfruté mucho escuchando y aprendiendo.
Otros miembros del grupo
posaron con uniformes de épocas pasadas que nos hablan de nuestra historia y
la de otros países. Seguro que reconocéis varios de esos atuendos.
Compré muy poco. Unas mascarillas
de tela que se han convertido en nuestras compañeras inseparables, quién nos lo
iba a decir. Las vendían unas voluntarias de Cáritas simpáticas y entusiastas. En
otro puesto encontré unas revistas de TP de finales de septiembre de 1969 (hace
justo justo cincuenta y un años) que costaban la friolera de cinco pesetas. Leo que Teleprograma
o TP nació en 1966 y aún existe.
Y también compré un burrito de
plástico que es el icono publicitario de las sábanas El Burrito Blanco, una
empresa barcelonesa fundada en 1950 que sigue en activo y que por cierto,
también hace mascarillas según veo en su página web. Cuántos cambios en
nuestras vidas ¿verdad?
Cuidaos mucho, hasta pronto.
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* Todas las fotografías con el nombre de mi blog están hechas por mí. En virtud de la ley de propiedad intelectual, está prohibido usarlas sin mi consentimiento. Si las necesitas, ponte en contacto conmigo 😉