Inmersos como estamos en la
Navidad, el tema de hoy va a estar en consonancia con las fechas pero aportando
algunas cosas que no sabíamos.
Antaño, las Navidades comenzaban
con el sorteo del Gordo, el 22 de diciembre pero las tarjetas escritas ya se
habían enviado unos días antes. Por las calles los conocidos y los vecinos se
felicitaban de viva voz y un tercer tipo de felicitación entraba por las
puertas. Eran las que traían los diferentes profesionales en busca del
aguinaldo.
Al parecer fue hacia 1831 cuando
los trabajadores de un diario de Barcelona imprimieron una tarjetita para
regalar a sus clientes y a cambio conseguir una pequeña compensación económica.
Su idea fue muy bien acogida entre gentes de otros oficios que hicieron lo
mismo, así que los dibujantes cogieron sus lápices de colores y las imprentas
pusieron sus máquinas en marcha. Habían nacido las tarjetas de aguinaldo.
Esos pequeños retazos de papel eran
repartidos por los experimentados trabajadores y también por los jóvenes
aprendices: modistas, carteros, serenos y vigilantes, carboneros, basureros,
lecheras, costureras, pintores, barrenderos, cerrajeros, lampistas, mozos de
estación, fondistas, camareros y muchísimos más. Hasta los monaguillos tenían
sus propias tarjetas.
Una curiosidad. Que en la
imprenta no había una postal específica de tu oficio, ningún problema. Había
unas en blanco para que tú escribieras lo que quisieras y la entregaras a los
vecinos. Si es que siempre hay una solución.
Mirando estas felicitaciones
observo que muchas de estas profesiones han desaparecido o se han transformado
de tal manera que casi resultan irreconocibles. Observo en ellas los rostros
alegres y sonrientes de los diferentes
trabajadores mostrando su mejor cara.
Pero no solo pedían, ellos
también daban. Al dorso de las tarjetas entregaban una poesía que a veces
incluían unas líneas humorísticas y
otras eran tan almibaradas que costaba leerlas, o al menos a mí me cuesta leerlas,
acostumbrada al estilo más directo que tenemos ahora. Sigo leyendo. Unos textos están en castellano y otros en
catalán, a menudo son las mismas rimas.
Rimas que se repetían muy a
menudo y solían aludir al buen trabajo o servicio hecho durante el año por el
profesional correspondiente que pedía el aguinaldo y apelando a la generosidad
de la persona a quien se entregaba esta felicitación.
Los carteros, más prácticos,
adjuntaban un listado con las tarifas de correos en vigor. Debido a su utilidad
posiblemente sean las tarjetas que mejor se han conservado.
Estas papeletas llaman la
atención por su colorido y por la concentración de dibujos alusivos a la
Navidad. Hay pavos y pollos, botellas de licores, frutas y dulces. En otras
vemos escenas religiosas, está el niño Jesús recién nacido y también aparecen
los Reyes Magos. Me gusta mucho una donde un niño lleva una casita para montar
el belén.
La Biblioteca Nacional (BNE) tiene
una colección muy interesante de este tipo de tarjetas que podéis ver aquí
http://www.bne.es/es/Servicios/Postales/index.html?motivo=3_aguinaldo
Dicen desde la BNE que la
tradición desapareció en la década de los 70 del pasado siglo y pudo ser así,
los vecinos llegaban a recibir tantas tarjetas que se ponían carteles en las entradas de las casas pidiendo que no se
entregaran más. Sin embargo yo tengo algunos sencillos ejemplares fechados en
1988, 1991 y 1993 cuando todavía la basura se recogía "a mano", al
menos en los pueblos. Parece que haga mil años de eso y solo hace veintiocho.
Repasando mi pequeña colección de aguinaldos y un librillo que tengo donde aparecen otras observo la evolución que ha habido en el dibujo de las tarjetas, cómo el diseño gráfico ha cambiado tanto a lo largo de los años.
Me despido con esta imagen. Hace no mucho
compré un libro de cuentos de Calleja (os hablé de él AQUÍ ) y mirad lo que apareció dentro. Me
encantan estos felices hallazgos.
Os deseo un dichosa Nochebuena, estéis juntos o acompañados que sea una noche de paz.
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Así es Linda, otra época donde las felicitaciones se entregaban a mano, parece tan lejano ... y debía ser hermoso.
ResponderEliminarEn fin, pequeños fragmentos de historia que me gusta guardar.
Un abrazo desde mis juguetes y moñas