18 de diciembre de 2022

Adiós al Hospital de Juguetes RIMAR

 

Hospital: Establecimiento destinado al diagnóstico y tratamiento de enfermos, donde a menudo se practican la investigación y la docencia.


A nuestras muñecas se les rompen los deditos, pierden sus pelucas o hay que hacerles ropita, los ojos se atascan y los mecanismos se estropean. Con los juguetes suceden cosas parecidas: algunas piezas se fracturan, se pierden las ruedas y los tornillos, se dañan las superficies, se desencolan las partes de madera, no sabemos encontrar recambios o somos poco habilidosos para las reparaciones y bla, bla, bla podemos seguir hablando de los problemas de salud de nuestras colecciones pero hoy también lo haré de los doctores que se encargan de solucionarlos.



Conocí a uno de ellos hace dos semanas cuando estaba a punto de colgar la bata blanca que le identificaba.




Rimar, el conocido hospital de juguetes de la capital, había nacido en 1945 como pequeña empresa familiar. Margarita RIvas y Antonio MARtínez no solo unieron sus apellidos sino también sus vidas y comenzaron a construir juguetes en su piso madrileño.




Unos años después, en 1952, vendían material de papelería, juguetes de otras empresas y además los reparaban.




Pasaron las décadas, una generación sucedió a la primera y los niños siguieron entrando al comercio con su muñeca preferida en la mano buscando desesperadamente ayuda para arreglarla.




Este pasado mes de noviembre se corrió la voz en el mundillo del coleccionismo, el hospital iba a echar la persiana. Me acerqué en uno de los días de puertas abiertas previos al cierre definitivo y tuve la ocasión de charlar con varios miembros de la familia y de revolver entre sus estanterías.




Hice varias fotografías del banco de herramientas donde los doctores habrán realizado miles de operaciones, tantas como patologías diversas hayan presentado los pacientes, fueran juguetes, fueran muñecas o fueran otros objetos con mecanismo, como esta decoración navideña que estaba en plena intervención. Junto a ella, unas muñecas esperaban pacientemente su turno. Cuántas moñas habrán vuelto a la vida tras pasar por este local y cuántas alegrías habrán dado a sus propietarias.





Muy cerca de este quirófano vi una máquina de coser, numerosos hilos de colores y montones de muñecos de tela y peluches. Me contaron varias anécdotas relativas a muñecos que llegaban totalmente destrozados porque el perro de la casa los había mordido o se habían quemado al caer accidentalmente dentro del fuego del hogar o incluso porque de tanto ser achuchados, necesitaban un repaso urgente o se desharían. A todos se les daba tratamiento y solución en este hospital.





Por supuesto sucedía lo mismo con los juguetes. Unas veces las peticiones eran para buscar una pieza perdida, otras para reparar una rotura … seguro que se podría escribir un libro con las innumerables anécdotas que han sucedido en este local de la calle Granada de Madrid.





No estuve sola en mi visita a la tienda. Coleccionistas solitarios recorrían los pasillos, otros llegaron en familia con niños pequeños y no sabría decir si eran los padres o los hijos los que estaban más excitados al verse en semejante cueva de los tesoros.





Imposible irme de allí con las manos vacías y además fui feliz visitando el almacén, debí recorrer los dos pasillos unas diez veces, ja ja ja. Como colofón, las conversaciones con los miembros de esta saga familiar, algunos de los cuales posaron para mí.




Gracias por la atención amable y buena suerte en la jubilación.




 

Conozco a una restauradora de muñecas estupenda. Se llama Teresa y es de Zaragoza, la puedes conocer AQUÍ

 

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