Es un poco metafórico, claro, pero
lo cierto es que la holandesa está en mi colección a causa de la margarina. Su
historia es curiosa y te la cuento.
En 1975 mi madre compró una margarina llamada Dorina en cuya tapa se publicitaba un sorteo de muñecas. Al mismo tiempo un anuncio en la prensa explicaba que cada semana se sortearían 150 muñequitas. El lema de la marca era ¿Conoce ya el sabor de Holanda?
Sea como fuere, mi madre siguió las
instrucciones y un día recibió un pequeño paquete. De esa forma llegó a nuestra casa la figurita de 21 cms que estáis conociendo.
No era infrecuente en aquella
época conseguir regalos por medio de sorteos directos o guardando
puntos que después se canjeaban e incluso encontrando el obsequio dentro de los
propios envases.
En cualquier caso la señorita fue
a parar a una estantería desde donde me vio crecer. Por mi parte yo me subía a la cama de vez en cuando para bajarla de su
pedestal y admirarla.
No es que me pareciera la moña
más bonita del mundo pero le encontraba cierta gracia: sus zuecos de madera, la cofia
blanca y el collar rojo me gustaban especialmente y me chiflaba levantarle el
delantal para comprobar que bajo la falda de rayas todavía llevaba otra de flores
y aún más abajo, unos pololos sobre las medias ¡pues sí que hacía frío en el
país de los tulipanes!
La debí trastear mucho ya que al
cabo de los años la cofia y la pechera habían desaparecido. Se conservaron milagrosamente
los zuecos porque estaban muy bien pegados
a las medias. Mira que los intenté sacar de su sitio veces y veces (toda madre de
hijos pequeños conoce su fijación por quitarse los zapatos propios y los de los
muñecos)
Fue el mismo paso del tiempo el que la
arrinconó dentro de una caja de la que salió cuando empecé a interesarme
por los juguetes antiguos. De acuerdo, ni era antigua entonces ni lo es ahora
pero ya había adquirido ese cierto pedigrí que la edad otorga a algunos objetos.
Aprendí más de muñecas y encontré
algunas de la marca Beibi muy similares, siempre enfundadas en trajes regionales españoles.
Entiendo que la marca Dorina encargó a esta empresa de Granollers que le
vistiera de holandesas varios centenares para regalarlos en su promoción.
Con el correr del tiempo apareció
otra moñeta igual en un mercadillo en mejores condiciones que la nuestra. Se vino a
casa y desde entonces pasan la vida juntas, jugando y hablando de sus cosas en neerlandés.
Y ahí siguen, en lo alto de otra
estantería de donde, en ocasiones, unas manos infantiles las bajan para ver
si les pueden quitar los zapatos. La historia se repite.
Algunos enlaces te gustarán. Hablé de una pareja preciosa de muñecos vestidos de holandeses aquí y en este otro punto os enseñé una muñeca publicitaria.
¿Quieres comentarme algo? estaré encantada de leerte, puedes hacerlo abajo. Aclaraciones, aportaciones y preguntas son bienvenidas
Las fotografías de esta entrada están hechas por mí, a excepción del sello. En virtud de la ley de la propiedad intelectual está prohibido utilizarlas sin mi consentimiento. Si las necesitas, ponte en contacto conmigo a través de este blog, gracias 😉
Entrañable historia, saludos.
ResponderEliminarGracias Antonio. Voy a darme una vuelta por tu blog "juguetitosdeayer" que siempre tienes algo interesante, un saludo
EliminarMe encanta el sentimentalismo q pones en la información, haces q cualquier muñeca por sencilla q sea cobre vida y le das un valor añadido.
ResponderEliminarMe encantan tus investigaciones y como transmites las historias. Gracias porque es una delicia leer tu BLOG.
Con amigas como tú que le ponen tanta pasión a este coleccionismo es imposible no contagiarse de entusiasmo muñequil. Por otra parte creo que todas las muñecas cobran valor cuando una niñas las quiere, al margen de lo que econòmicamente el mercado las valore. Gracias a tí por ser lectora fiel, un besico desde mis juguetes y moñas
EliminarPreciosa historia.
ResponderEliminar¡Gracias! me alegro que te haya gustado, hasta las cosas pequeñas y sencillas tienen una historia detrás
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